Mi nombre es Jaqueline, tengo 30 años y soy una mujer que a pesar de ser linda, voluptuosa y candente me siento sola e insatisfecha, engañada por mi marido. Él es empleado en una compañía de impresos, por lo cual pasa mucho tiempo fuera de casa.Yo me casé con mi marido porque no tenía qué comer. Fui abandonada por mi madre cuando era niña cuando ella se fugó con otro hombre. Fui a parar a un orfelinato donde a los 11 años fui violada por uno de los cuidadores, y periódicamente me obligó a hacer múltiples porquerías con él.

A los 15 años, yo ya era una mujercita sensual, por el sexo que tuve desde pequeña mi cuerpo se desarrolló y tenía unas tetitas duras y paraditas y unas nalguitas anchas y paraditas, adornadas con mis chaparreritas que me hacían verme cachonda y voluptuosa. Mi mirada, como llegaron a comentarme, era de una mujer deseosa de sexo. ¿Y como no serlo si desde pequeñita me hice adicta a las cogidas y una de mis actividades principales era darle mamadas al cuidador que me había estrenado?

Poco antes de cumplir los 16 años, el orfelinato decidió, por fin, liberarme y mi abuela materna decidió llevarme a su casa (porque de mi padre y de su familia nunca he sabido nada). Ahí me llevaron como sirvienta, y desde que llegué fui objeto de acoso, manoseos y abuso por parte de los hermanos de mi madre, y llegué a vivir múltiples violaciones por parte de los esposos de las hermanas de mi madre.

A los 18 años logré conseguir mi primer empleo como secretaria, claro está que ahí también me dediqué a tener relaciones sexuales con mi jefe porque yo no sabía hacer nada, nunca estudié, pero ya era experta en brindarle satisfacción a los hombres y eso me consiguió, con el paso de los años, algunos buenos empleos bien remunerados con los que pude llevar dinero a la casa de mi abuela.

Por fin un día logré atrapar al que ahora es mi esposo, y como en la «casa del pobre» el «jodido» vive como rey, de repente me encontré viviendo en un departamentito de pago, atendiendo a mi marido y cuidando a mi pequeña hija. Pero es otra historia que pronto les platicaré.

Continuando con mi marido, a éste le gusta tener aventuras con las empleadas que contrata. Las convence con dinero, porque él es muy flaco y tiene una verga delgada y corta (eso debe ser por la desnutrición que sufrió desde niño), y por eso su actividad sexual es muy limitada. Por ello, las obreras de la empresa le apodan «el chiquito», y en varias ocasiones me he percatado de que se burlan de él a sus espaldas, y hacen mofas de su cuerpo y de su «potencia», pero como él les paga para que tengan sexo con ellas lo toleran y le aguantan todas sus perversiones. Y él cree que es un «adonis» o un «hombre potente» porque se coge a las empleadas y ellas le hacen creer que les saca orgasmos, pero la verdad es que ellas fingen y él les cree.

A mí me resultaba muy triste y denigrante esperarlo en las noches y recibirlo con las piernas abiertas y esperando a que llegara a meterme su verga sucia y mal oliente en mi boca, porque le gustaba mucho poseerme y cometer conmigo perversiones inenarrables bajo el pretexto de que «soy su esposa». Pero tenía que aguantarme para tener donde vivir, para tener que comer y principalmente para poder darle de comer a mi hija, porque él me amenazaba con lanzarme a la calle y quitarme a mi hija si no me quedaba callada y aguantaba que hiciera todo lo que él quisiera.

Por azahares del destino, mi esposo logró acomodarse en un círculo social infinitamente superior al de nosotros, así es que comenzó a tener amistad con personas finas y de clase. Por lo general, convivíamos con personas así, con matrimonios estables y desahogados que ya no estaban buscando «tener qué comer cada día», sino haciendo fortunas y viviendo una vida de ensueño.

Uno de estos amigos en especial, le tomó mucho cariño a mi esposo y le dio trabajo, le presentó a clientes importantes y nuestra vida fue entonces diferente. Desde que nos conocimos me pareció un señor muy guapo e interesante, con mucho dinero y con varias empresas exitosas que le dejaban bastante dinero para llevar una vida cómoda y, principalmente, para tener las mujeres que quisiera. Pero había una gran diferencia entre este señor y mi marido: él era un caballero. Para abreviar, este señor -que llamaré Eduardo (para ocultar su identidad), se hizo una fantasía y una obsesión para mí.

Un día mi esposo estaba alcoholizado y llegó Eduardo a buscarlo. Platicamos un ratito y me preguntó cómo me sentía ahora, porque él sabía que mi marido seguía de amante de una nueva empleada de la empresa donde trabajaba, yo le conté varios sucesos recientes y sin poderlo evitar comencé a sollozar, Eduardo me tranquilizaba y llegó a abrazarme con mucha ternura. Desde hacía tiempo había podido darme cuenta de que yo despertaba en él una clara ternura y que, además, yo le gustaba, pues en muchas ocasiones lo había descubierto mirándome con ojos de deseo y hasta podría decirse que de lujuria, pero era muy respetuoso y nunca me había insinuado nada.

Como mi esposo estaba bien dormido por la borrachera estuve platicando con Eduardo, platicamos de muchas cosas más y él fue llevándome poco a poco a hablar de sexo. Me preguntó si mi esposo me satisfacía, y como habíamos tomado unas cubas yo me encontraba relajada y dispuesta a la plática y a algo más, pues me calentaba mucho estar a solas con Eduardo. Le platiqué de las infidelidades de mi esposo, de sus malas costumbres y de lo delgado y pequeño de su miembro. Las cubas me hicieron hablar de más.

Mientras me abrazaba yo sollozaba, y estando entre sus brazos Eduardo me comenzó a acariciar la carita y me dio un beso muy discreto en mis labios. Yo me sorprendí mucho porque nunca había pensado engañar a mi esposo y menos en nuestra propia casa, pero una mujer triste y abandonada es vulnerable y si alguien logra tocar su fibra sentimental puede tenerla a su entera satisfacción.

Después de ese beso intenté poner distancia porque sentí que todo mi cuerpo se estremeció cuando me besó, sentí que mi vaginita se mojaba preparándose para tener sexo, y mis tetitas comenzaron a ponerse duras y sensibles, así es que me levanté y fui a lavar unos vasos (estábamos en la cocina y mi esposo dormía la mona en la habitación de al lado que es el estudio). Pero este amigo de mi esposo ya había logrado un avance conmigo y no se le veían intenciones de detenerse, se acercó a mí mientras lavaba de espaldas a él y rodeó mi cinturita con sus brazos.

Pude sentir el calor de su cuerpo que con lo frío del agua me hizo estremecer. Sinceramente, eso me agradó mucho, continué la plática como si nada ocurriera, pero comencé a sentirme muy caliente y con deseos de volver a besarlo, pero quise disimular como si nada pasara.

De repente él puso sus manos en mis caderas y me las acarició muy rico, recorrió lo ancho de mis caderas y bajó un poco más las manos y tocó mis pompitas. Yo sentía que me derretía, inconscientemente me intenté mover pero eso solo logró que sus manos calientes se depositaran completamente en mis glúteos, y como yo no le dije ni hice nada para separarlo de mí, él tomó eso como un avance logrado y comenzó a acariciar mis pompis poco a poco hasta que descaradamente bajó sus manos a mis muslos. Yo sentía que me quemaba de la calentura.

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