Estaba el otro día en una cena con amigos y uno de ellos contó un chiste que a mí me hizo poca gracia, pero que sirvió de mecha para encender un fogoso debate cuyas principales conclusiones pasaré a resumir.
El chiste, breve donde los haya, decía tal que así: «Pues para ser tan tonta, no eres tan guapa». Nueve palabras que provocaron, sobre todo entre los comensales masculinos, más de nueve minutos de carcajadas.
Este chascarrillo no viene sino a reflejar esa creencia de que las guapas son tontas. Partiendo del hecho de que toda generalización es injusta, muchos de ellos afirmaron estar convencidos de que un gran número de las «tías buenas» que conocen o han conocido andaban justitas de neuronas.
Les dije que a mí todos ellos me parecían enormemente inteligentes, lo que, esta vez, causó el delirio de mis compañeras. Ellos, pese a ser tan listos, tardaron unos eternos segundos en darse cuenta de que les había llamado feos.
Tras el empate técnico, la conversación derivó en las ventajas que tenía estar buena. Para ellos, obviamente, la principal era poder «elegir» entre cientos de pretendientes. Bueno, en realidad sus palabras fueron menos elegantes: «Te puedes follar al que quieras».
Aceptando ese barco como animal acuático, la cuestión es que para llegar a ese punto, les expuse yo, necesariamente debes empujar a la cuneta a los cientos de «inteligentes» que vienen a proponerte «conocerte». Los que te entran, como se suele decir.
Y debes hacerlo con una diplomacia y delicadeza dignas de Gandhi para no ser tachada de estúpida o creída. Y, claro, si estás muy buena, la paciencia (que no en pocas ocasiones deriva en el arte de espantar babosos), tiene un límite y se acaba sacando el matamoscas.
¿No es, llegados a ese punto, cuando el despecho del macho al ser rechazado le lleva a tildar de tonta a la hembra?
Si, en su lícito derecho, la tía buena elige como pareja (eventual o eterna) a un tío bueno, ¿entonces es que es tonta porque Dios los crea y ellos se juntan? Si, por el contrario, la tía buena va cogida de la mano de un menda feo ¿es porque el tío tiene pasta o «mira que es tonta de ir con ése (o eso)»?
Así las cosas, las tías buenas ascienden en el trabajo o tienen más oportunidades (en todo) porque son tontas. Y debemos de considerar como muy listos a los jefes que las promocionan por su físico cuando no son suficientemente válidas.
Conclusión de la noche: las tías buenas deben ser tan tontas como para liarse con tíos feos para evitar que éstos las consideren tontas, pero entonces los tíos buenos dirían que son tontas por estar con feos, aunque sean muy listos. O lo parezcan. Un lío tal que es normal que parezcan tontas. O se lo hagan.
Y como con chiste empezó la cosa, con chiste que acabe: Había un hombre tan, tan, tan tonto que hasta el resto de hombres se dieron cuenta. Eso sí, estaba cañón, cañón.