Conocí a Lorena cuando recién empezaba en la agencia y aunque en aquel momento no me dieron ganas de repetir la experiencia, la constante publicación de comentarios favorables y recomendaciones me fueron llenando de curiosidad hasta que finalmente, hablé para hacer una cita y salir de dudas.
Lo primero que me sorprendió favorablemente es su puntualidad y limpieza. Llega recién bañada, oliendo delicioso y tan a tiempo que ni siquiera un minuto tuve que esperar.
Entro al cuarto, nos saludamos y empezamos a quitarnos los nervios que siempre tienen dos desconocidos que saben bien a que van, pero no tienen una idea exacta del cómo. De repente, sin tenerlo así planeado, me encontré con una preciosidad tendida boca abajo en la cama en ropa interior. Ante esa callada y sugerente invitación me dediqué a recorrer palmo a palmo su aterciopelada piel; empezando en los hombros y bajando hacia los pies sin dejar de probar ningún centímetro. Durante esta degustación me sorprendí encontrando zonas erógenas que pocas veces exploramos los hombres y que vale mucho la pena visitar. Al oir la complacencia de Lorena, regresé a sus hombros, desabotoné su bra, hice a un lado su cabello y visité su cuello. Sientiendo como una erección me crecía, deslicé su panti por sus piernas hasta dejarla totalmente desnuda en la cama.
Fui bajando por su espalda, sintiendo como el deseo me dominaba el miembro hasta llegar a las redondeces de su trasero. Me sumergí entre sus piernas saboreando el exquisito aroma, sabor y textura de su sexo ávidamente hasta terminar ella con un orgasmo y yo con la quijada casi adormecida.
Sin poder contennerme más busqué el condón en el buró y con mas ansia que pericia logré colocármelo, mientras ella se acomodaba de espaldas y con una media sonrisa en la cara y una sonrisa completa alla abajo me pedía ser penetrada. Estuve gozando con ella algunos momentos, hasta que Lorenia me pidió cambiar de posiciones, se dio la vuelta se apoyó en rodillas y antebrazos guiandome hacia su abertura. En esos momentos, el mundo se redujo a las cuatro paredes que nos rodeaban y la humanidad a ella y yo. Agarrado fuertemente a sus caderas rendí culto a la Diosa del Amor hasta sentir una explosión de placer que me enchinó el cuerpo entero.
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