Estaba siendo un día muy largo en el curro. Marta se notaba cansada. Había bastante trabajo para ser jueves y ella sólo podía pensar en llegar a casa, darse una ducha caliente y tirarse en su sofá… Pero no, aún quedaban horas para ello y mientras tanto para aliviar la desidia, abría la pantalla del gmail y le veía allí, a cientos de kilómetros, durmiendo…
Tan lindo… -pensaba- Y volvía a su trabajo, con su música siempre chispeándole por la sangre y una sonrisa en los labios.
La ventana del chat parpadea de repente, es él…, la reclama.
-nena…-
-¿qué haces despierto ya?-
-¿me has mirado?-
-claro… pero ¡has dormido muy poco!-
-ya…, es que me da palo que es el último día que estoy aquí-
-ok, disfruta de tu madre entonces-
Pero antes de irse, se despereza en la cama, se estira, se mueve, bosteza… y ella le observa a través de aquella pequeña pantalla. Le mira despacio, le mira golosa, le mira con ganas… Ganas de atravesar la pantalla y tumbarse en esa cama con él. Ganas de besarle, de perder su traviosa lengua por todo aquel precioso cuerpo, dejando un rastro de saliva y deseo…
Cuando se quiere dar cuenta, él ha cambiado la posición de la webcam, enfocando medio cuerpo, dejando fuera de la imagen su rostro. Quizá por pudor, quizá para sentirse más seguro, sin tabúes, sin vergüenzas, sin poner límites a su placer…, quizá porque ella está en la oficina y cualquiera le podría ver.
Y empieza a tocarse…
Ella no puede creer lo que ve, sus ojos se abren, atienden, prestan atención ávidos, desconcertados, nerviosos, ansiosos… Y Samuel pierde su mano bajo el calzoncillo, se acaricia, despacio…, pausado. Tranquilo, sereno, con esa deliciosa somnolencia del reciente sueño. Sabiéndose poderoso, atrevido y también excitado por la situación, pensando que ella le está mirando del otro lado. Lo que él no sabe es lo sexy que está…, ni tampoco es consciente de la tremenda excitación que está provocando en Marta.
Cierra la ventana por segundos, mira hacía atrás disimuladamente. Todos siguen a lo suyo. Nadie se ha percatado de lo sonrojada que está, del calor que le recorre todo el cuerpo, especialmente en sus manos, en sus ojos y entre sus muslos, los cuales aprieta inconscientemente. Ni siquiera ella se ha dado cuenta de que lleva un rato mordiéndose el labio y como siga así terminará haciéndose una herida… -¡puto niño!, suspira entre dientes.
Entonces otra imagen… brutal, tremendamente sexual, que la deja en estado de shock, que logra estallar todos los termómetros de su cuerpo, que hace que se moje… inevitablemente.
Samuel se ha bajado un poco el calzoncillo y muestra orgulloso su sexo… su grande, duro y hermoso sexo. Y lo acaricia con lascivia, y lo rodea fuerte con sus largos dedos, y mueve su mano arriba y abajo al ritmo que más le gusta, del modo que más disfruta…
Ella no puede más, quiere mirar, no puede parar de mirar. La situación no puede ser más morbosa pero el pudor por estar en el curro y el miedo a que la pillen, hace que cambie de pantalla cada instante, nerviosa, excitada, infantil, hambrienta, inflamada hasta decir basta…
Respira hondo un minuto, alguien fuera de esta escena la reclama urgente. Intenta concentrarse en lo que le dicen pero es incapaz. Vuelve ansiosa a la pantalla, pero él se ha ido…
Quiere seguir trabajando, pero es imposible.
Se marcha a casa con esa imagen en la cabeza, la imagen de Samuel tocándose, acariciándose para ella… y el deseo es tan fuerte que ya no sabe pensar en nada más. Solo él…, él…, él… y su mano arriba y abajo, y la penumbra de su habitación, su sexo firme y dispuesto… y una necesidad latente, brutal, animal, húmeda…
Necesidad de follarle. Ya…
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